Cuando los padres eligen los nombres de sus hijos, juegan muchos aspectos como etimología, significado, una cierta concordancia con el apellido, o simplemente se prefiere por gusto o por tradición familiar. En mi caso, mis padres decidieron llamarme Fernanda, en honor a mi abuelo materno quien murió cuando mi papá era adolescente. Me encanta mi nombre, y sobre todo me gusta que me digan Fer.
Cuando comencé a bailar en Argentina se estilaba tener un nombre artístico, preferentemente árabe, para el caso de nosotras las bellydancers. Me llevó tiempo elegirlo, pero siempre busqué en el listado de la letra F, porque quería conservar mi inicial. Así, elegí el nombre Fadilah, que significa mujer virtuosa y extrovertida. Nunca me imaginé que muchos años después en Medio Oriente me iban a rebautizar como Fernanda, un nombre que a los oídos árabes suena como “exótico”.